El misterio de Boca del Diablo

Era un servicio nocturno al Festival Cervantino en Guanajuato, una aventura que nos llevaba desde Guanajuato hasta Toluca, con una camioneta llena de pasajeros entusiastas. Entre ellos, una chica decidió ocupar el asiento del copiloto para mantenerme despierto con su conversación, ya que tenía dificultades para conciliar el sueño. Con una sonrisa, asentí alegremente a su propuesta, pero la noche tenía otros planes.

Menos de una hora después, mi "compañera de charlas" yacía profundamente dormida. La ironía de la situación me hizo reír en silencio. Mientras tanto, uno de los jóvenes pasajeros en el asiento trasero, el del asiento del medio, se convirtió en mi conversador nocturno. Hablamos durante horas mientras avanzábamos por la carretera, bajo un cielo estrellado y una luna majestuosa.

Tomé la salida en San Juan del Río, Querétaro, en dirección a Toluca, y antes de llegar a Acambay, en el municipio de Aculco, nos encontramos en un tramo conocido como la Boca del Diablo. Eran aproximadamente las 4:00 de la madrugada, y la mayoría de los 17 pasajeros dormían plácidamente en sus asientos.

De repente, algo llamó mi atención, una figura apareció en sentido contrario, una mujer vestida de blanco, con el cabello largo y plateado. Su rostro estaba oculto, inclinado hacia abajo, y un escalofrío intenso me recorrió. Nuestra camioneta avanzaba a unos 50 km por hora, y pude ver claramente sus manos, llenas de sangre, pero de un modo aterrador, parecían garras de lobo.

El horror me paralizó, y le susurré al joven que compartía mi asiento: "¡Viste! ¿Viste lo que yo vi?" Sus ojos reflejaban el mismo terror. "Sí, lo vi", me respondió tembloroso, "era una señora con garras." Lo que ocurrió después nos dejó sin aliento.

Él afirmó que la vio montada a caballo, una imagen aún más perturbadora. Atónitos, decidimos detener la camioneta para cerciorarnos de que nuestros ojos no nos engañaban. La luna iluminaba la carretera, y apagué las luces del vehículo, pero la figura misteriosa había desaparecido.

Llenos de miedo, decidimos reanudar el viaje sin entender realmente lo que habíamos presenciado. Todos los demás pasajeros seguían dormidos, ajenos a nuestra experiencia inquietante. El misterio de la Boca del Diablo permanecerá en nuestras memorias como una incógnita, una sombra en medio de la noche que desafió toda lógica y explicación.