El misterioso incidente en Avenida Tollocan

Era una de esas noches de desabasto de gasolina, cuando la oscuridad parecía aún más pesada en la carretera. Estaba realizando un servicio de traslado, manejando rumbo a Toluca, con un pasajero a mi lado: un hombre de unos 40 años. El trayecto era monótono hasta que llegamos a la altura de avenida Tollocan y el boulevard Aeropuerto. Allí, debido a unas obras en el puente, nos desviaron hacia la lateral.

Una vez pasada la zona, me reincorporé a los carriles centrales, siguiendo de cerca un Tiida rojo, con una pipa de gasolina a mi costado. Éramos las únicas camionetas en ese tramo de la carretera. Todo parecía normal... hasta que no lo fue.

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De repente, entre la pipa y el Tiida, apareció una figura humana corriendo, casi sin aviso. La pipa, sorprendentemente, no frenó, a pesar de que esa persona cruzó a escasos metros frente a ella. Yo apenas tuve tiempo de reaccionar. La cercanía y la falta de visibilidad me jugaron en contra. Aceleré el corazón, pero no el vehículo. Jalé el freno de mano en un intento desesperado por detenerme, pero la unidad comenzó a girar sin control, haciendo un trompo. Sentí el golpe. Sabía que había impactado a la persona.

El vehículo quedó atravesado en los carriles centrales. Mi pasajero y yo nos miramos, ambos seguros de lo que había ocurrido. El miedo me paralizó por un instante. "¿Qué hago?", le pregunté, aún en shock. Su respuesta fue rápida: "Vámonos".

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La voz de la razón me hizo dudar. "¿Y si está vivo y necesita ayuda?", repliqué. Acordamos bajar del vehículo y buscarlo. Caminamos alrededor de 100 metros por la carretera, en la fría oscuridad, esperando encontrar el cuerpo... pero no había nadie. Ningún rastro de la persona que estábamos seguros de haber golpeado.

Confundidos y algo asustados, regresamos a la camioneta. Lo primero que hice fue inspeccionar el vehículo, esperando ver el daño que seguramente había causado el impacto. Pero al acercarme, mi sorpresa fue indescriptible: no había ni un rasguño. Nada. El auto estaba intacto... salvo por una cosa. En el vidrio trasero, claramente visible, había una mano marcada. Una huella que no debía estar ahí.

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Hasta el día de hoy, no sé qué fue lo que pasó esa noche. Nadie reportó un accidente ni personas heridas en la zona. Lo único que quedó fue el recuerdo de una figura corriendo en la oscuridad... y esa inexplicable mano en el vidrio.