Por Oswaldo Mendoza Cervantes
Oct 31, 2025
Me encontraba en Guanajuato, cerca del panteón de Paula, después de manejar todo el día, tuve que detener la camioneta para descansar; al oscurecer me percaté que mi teléfono no recibía llamadas porque no había señal, no pasaba gente por ningún lado, aún así a pesar del cansancio decidí caminar para buscar una tienda.
Después de avanzar varios metros lo único que encontré fue a un pequeño niño que llamó mi atención por su sombrero de paja, tenía la tez muy blanca y noté que estaba muy delgadito, traía una playera negra sucia y un pantalón roto de mezclilla, le pregunté dónde había una tienda o dónde podía conseguir comida.
Sin responderme, únicamente se limitó a mirarme fijamente y sonriendo sin decir ni una sola palabra, señaló hacia la camioneta, me giré hacia la dirección que señalaba, buscando qué quería mostrarme pero no había nada, al regresar la mirada, el niño ya no estaba.
Salí corriendo de ahí, a causa del miedo y la adrenalina hasta se me olvidó la camioneta, corrí sin mirar atrás y solo me detuve hasta encontrar un comercio abierto, un señor me preguntó a dónde iba pero yo solo pude explicarle lo que me acababa de pasar, a pesar de eso el hombre no dijo nada, únicamente me acompañó hasta donde estaba la camioneta.
Cada vez que viajo a Guanajuato aún recuerdo los dientes amarillentos del niño sonriendo.
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