Por Alex Gómez
Nov 30, 2022
La economía no ayuda. No ayudaba hace 10 años y no lo hace ahora. Regularmente al tratar de viajar hablamos de situaciones económicas como ese pequeño, ínfimo detalle que nos hace desistir de tan anhelado sueño. ¿Me gustaría despertar con el amanecer en Punta Cana, recorrer la romantizada Ruta 66 o ver las auroras boreales al norte de Canadá? ¡Por supuesto! Sin embargo, al paso de los años, al voltear la vista atrás me percato de tantos y tantos lugares por descubrir y resulta que simplemente NO ME ALCANZA.
Pero no refiero al mejor pretexto: el dinero, o al segundo lugar del medallero: “es que no me alcanza el tiempo” o amén del peor de todos: “ya no tengo edad para andar saliendo como si me alcanzara para algo más que mis responsabilidades”. Aquí hablamos de que no me alcanza el valor, la voluntad férrea de hacer lo que en verdad quiero. Esto visto cómo un reto, no es cuestión de recursos económicos (aunque me resulta obvio entender que también se precisan), no es cuestión de agenda o de canas; es asunto de carácter, motivación, inteligencia y creatividad. ¡Nos hemos mentido a nosotros mismos! Pasando la vida convenciéndonos de que nos falta dinero, tiempo, compañía, edad, energía o cualquier pretexto por bueno que sea.
Permítanme comentarles cual es mi sueño: Ser mochilero, viajero, trotamundos o como le quieran llamar. A muchos nos llama la atención el tema pero pocos creen tener el carácter y disposición. Si quieres una receta tal vez te vayas decepcionado de este post, pero si necesitas una palabra de aliento para poner manos a la obra me gustaría pedirte que sigas leyendo.
No tengo la fórmula pero si los antecedentes. Hace 8 años probé ser viajero, durante un tiempo, me adentré en la ruta Maya y la verdad... ¡Fue la maldita mejor experiencia de mi vida! Me apasionó al grado de que ahora en verdad considero hacerlo mi estilo de vida y simplemente aceptar las rutas que el destino me ponga enfrente sin necesidad de pretextar. Antes de eso tenía un trabajo estable, un auto nuevecito que era mi adoración (y un gasto superlativo) y hasta una novia con la que decíamos querernos aunque no éramos lo mejor el uno para el otro. Aquella ruta de viaje era un plan de mi psique para escapar de todo aquello, renuncié al trabajo porque me tenía bastante fastidiado, me olvidé de relaciones poco asertivas e intenté desprenderme de lo material (aún no lo logro, pero la vida es un constante aprendizaje). Fue la mejor época de mi vida (hasta ahora).
Después de recorrer aquellos 6,000 kms por el sur del país, quise recuperar mi estilo de vida anterior. Nunca lo logré; en mi mente la idea de salir y explorar quedó profundamente guardada. Los años me dieron crisis financieras y modestas bonanzas, desilusiones, trabajos buenos y algunos no tanto, enfermedades, pérdidas familiares y amores que se han vuelto, como el vino, mejores con los años. A veces decaigo pero recuerdo las palabras de una hermosa caribeña que me dijo alguna vez: -Bond, haz las escalas necesarias en el camino, descansa, detente las veces que sean precisas, pero nunca dejes de viajar- así que, eso hice.
Y aquí estoy en un nuevo trabajo, pensado y planeado para cubrir con él los pormenores de mi verdadero sueño, de mi pasión, enamorado no sólo de quien es aquella caribeña, sino de cómo ve el mundo y su hambre de caminarlo conmigo y con la mentalidad de que lo material es pasajero y la vida se te acaba en un segundo. Podría pensar que ese viaje fue el detonante de que perdiera lo que tenía antes pero prefiero pensar que fue el causante de aprender lo que en verdad me interesa de la vida: vivirla.
No sé de dónde han salido los recursos ni el tiempo, en serio no lo sé, pero después de eso no he dejado pasar ni un solo rincón de mi hermoso México, desde hoteles de lujo en Tulum a hostales derruidos en Oaxaca; de un road trip a la Huasteca a viajes en lancha por el Cañón del Sumidero; de casualidades pasajeras en Puerto Escondido a amores verdaderos en los viñedos que están por Bernal. He recorrido campos de agave que huelen a tierra mojada, disfrutado de fogatas acogedoras con lluvia fresca en Mazamitla, admirado esferitas artesanales con forma de trompos en Tlalpujahua, he rendido respeto a la muerte en Janitzio y con mariachis de Tlaquepaque cantado, como en Dolores Hidalgo, ¡La vida no vale nada…! y, antes de que derroche más retórica de lo hermoso que es mi país, me detengo a pensar que será lo siguiente que voy a ver cuándo atraviese en breve las fronteras.
No precisas saber cómo le vas a hacer. Lo único que necesitas es un sueño y valor, valor para ponerle fecha y echarlo a andar. Cuando pones fecha a un sueño lo conviertes en una meta; cuando la divides en pasos esa meta se convierte en un plan y finalmente cuando apoyas un plan en acciones se vuelve realidad. Si lo que te trajo a este post fue motivación te pido que lo intentes. El recurso estará si sabes dónde buscarlo y a veces viajar resulta que ni tan caro es, si sabes cómo viajar.
Inténtalo
Y no pierdas tiempo… recuerda lo que dice el viejo dicho familiar “El mundo no basta”.
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